DECADENTIA
Ay, Mirmillón. Qué absurdo discurrir el de nuestra mutua muerte...
Se diría que hasta los espasmos de la agonía son ridículos. A nadie -ni a nosotros mismos- conmueven.
Cuánto más noble no hubiese sido un certera estocada en aquellos tiempos en que la plebe enrojecía gritando nuestros nombres.
Tú tenías tus partidarios.... yo los míos.
Y fui, poco a poco ocupando tu lugar. Usurpando tu jactancia. Fui desprendiéndome de lastres y aprendí a jugar sucio.
Me hice viejo como tú.
Y tú, poco a poco, tristemente, una sombra de ti mismo.
Fuiste conquistando el título que jamás hubieses imaginado soportar.
Sí, mirmillón, mira cuánta insolencia hay en mi tono.
Cuánta crueldad calma.
Cuanto odio ensalivado durante años.
Cuánta maldad.
Sí, Mirmillón, antaño terrible.
Ya no me das miedo.
Te has vuelto inofensivo como cualquier anciano que se protege del sol en una grada.
Cuánto mejor habernos devorado, como tú decías, una tarde de verano infame.
Soportando aquel calor y aquellos golpes.
¿Te acuerdas cómo dolía la carne?
¿Te acuerdas cómo escocían los rebordes abiertos del pellejo y cómo se apelmazaba en ellos la arena sucia?
¿Te acuerdas de aquel hedor de la lucha?
Olían nuestros vientres y nuestro sudor.
Olíamos al pavor.
Qué cierto es que los gladiadores no debemos morir de viejos.
Ahora, como añosos Ulises, regodeándonos en nuestra historia. Suplicando oyentes que nada saben de aquellas tardes.
Implorando un chispazo de emoción en recuerdo de aquellos timbales que nos erizaban la piel. ¿Pero no oyes?
¿Es posible que la edad también te haya vuelto también sordo?
¿No escuchas cómo las trompetas de la decadencia braman muertas de risa?
Ah, gladiador...
¡Qué patético es el retiro para nosotros!
No conseguimos, al final, nada.
Ni tan siquiera que la gloria fuese más longeva que nuestra memoria.
Se nos ha muerto desnutrida.
Tú tienes mucha culpa. Pero no toda.
Eras más viejo, simplemente.
De vez en cuando algún otro carcamal te reconoce en la taberna y te convida a una jarra de mal vino.
¡Qué ironía, Mirmillón! Te lo bebes y das las gracias, casi con un acento dulce.
Tú, el bramador.
Mejor haberte abierto la garganta. Teselas rojas imitarían el caño de tu sangre en algún suelo patricio.
Y junto a tu nombre la Omega.
Tú...
El de todos los abecedarios...
Magnífico. De verdad. ¿De cuándo son?
ResponderEliminarQuerido Lucius:
ResponderEliminarEstoy impresionado. Ya sé que no debería ser así. ¿De qué me sorprendo?
Yo no puedo asimilar estos magníficos escritos recién levantado. No soy persona. Aún así, 20 minutos después de leerlos (ya digo que a estas horas me siento tarado) y de comenzar a comprenderlos, estoy impresionado y como te avisé, avergonzado.
Me alegra de que, poco a poco, no permanezcan ocultos en un cajón. Te comprendo. Yo hice lo mismo con mis dibujos en el blog que lleva mi nombre. Les saqué de allí, poco a poco, para que les diera el aire, pero... ¡vas a comparar!
Gracias por compartirlo. Volveré en unas horas, cuando el cuerpo y sobre todo el cerebro, pueda asimilar este aluvión de bonitas y magníficas líneas. Ni siquiera sé lo que yo mismo escribo...
Besos y abrazos, Lucius. Y mis mayores respetos.
Lucius
ResponderEliminarEstas cosas no se hacen, una ve estas cosas y siente un poco de verguenza del humilde blog que nisiquiera se puede comparar con este
Me alegro que nos de la oportunidad de disfrutar contigo y dejarnos compartir al menos una parte de tu mundo
Por aquí me verás de manera asidua
Y aunque tradicionalmente la frase se le atribuye a los gladiadores y no es así....
Ave, Caesar, morituri te salutant
Rafa: es todo muy antiguo. Quizá de la época republicana, cuando temíamos a Sila... puede ser. No menos de tres años. Pero no recuerdo. Debes disculparme; es por culpa de tanto mandoble. Un beso y gracias.
ResponderEliminarAlberto:
ResponderEliminarDeberías saber cuánto me azora que me escribas en esos términos. Un avergonzado confeso, aunque sea sin motivo, debería abstenerse de avergonzar a otros. Sin duda te pasa como a mí, que la transición desde lo onírico a lo tangible es lenta y proclive a extrañas cavilaciones. Paseando por tus magníficos dibujos, por el extenso repertorio de tus creaciones y la chispa de tus reflexiones, tan sabiamente ilustradas de cosas que ni logro imaginar de dónde las sacas ni cómo las enlazas de forma tan exacta, me surgió a mí, precisamente, el germen de querer airear también muchas cuartillas, antes de que algún bicho (insecto o mecánico) las reduzca a polvo.
Gracias por tu benignidad, sin duda fruto del cariño.
Besos mil.
Nayr: Te digo como a Alberto. Precisamente vosotros, mis guías en este mundo virtual, sois quienes me habéis espoleado, en esta nueva aventurilla que, seguramente, me apetecía hace mucho tiempo. Seguramente, allá por mis recovecos mentales, cuando encontraba una pieza de puzzle, sentía ganas de intercambiar imágenes, frases... y siempre sentimientos.
ResponderEliminarTú lo has dicho, compartir parte de mi mundo. Ese que normalmente está bien escondido, por pudor o vergüenza. Y, como a Alberto, te ruego que no me saques los colores... que todo es cosa de tus buenos ojos.
¡¡Besos!!
Me siento muy, muy halagado, Lucius. Pero deberías saber que como mi talento para escribir no es muy brillante precisamente, intento adornar mis textos con bonitas fotos para que tenga más interés. Ademas, a mí, la cosa visual me pierde.
ResponderEliminarY no es benignidad,. Es justicia.